El tribunal, con sede en La Haya, tiene jurisdicción sobre los crímenes cometidos después del 1° de julio del 2002, pero sólo actuará cuando los estados no deseen o no puedan administrar justicia, según estipula su documento fundacional, el Estatuto de Roma. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU puede solicitar a la corte que intervenga en casos de violaciones ocurridos en países que no son parte del Estatuto de Roma.
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30/04/2003
Corte Penal Internacional
Luis Moreno Ocampo, primer fiscal internacional
El abogado argentino Luis Moreno Ocampo fue elegido en Naciones Unidas primer fiscal de la Corte Penal Internacional. El tribunal juzgará a los responsables de genocidios, crímenes de guerra y de lesa humanidad en cualquiera de las naciones firmantes del tratado. Los 89 signatarios de los estados parte del Estatuto de Roma reunidos en asamblea escogieron a Moreno Ocampo por 76 votos a favor. Era el único candidato al cargo.
“Usaré mi poder con responsabilidad y firmeza, asegurando
estricto cumplimiento del estatuto (de Roma), en especial sobre las pruebas de
crímenes y la incapacidad de los estados para controlar esos crímenes”, dijo
Moreno Ocampo durante su primera conferencia de prensa tras asumir el cargo el
21 de abril. El fiscal aclaró que la eficacia del nuevo tribunal no debe
medirse “según la cantidad de casos presentados sino por su ausencia, porque
significa que los estados hacen su labor”.
El tribunal, con sede en La Haya, tiene jurisdicción sobre los crímenes
cometidos después del 1° de julio del 2002, pero sólo actuará cuando los
estados no deseen o no puedan administrar justicia, según estipula su documento
fundacional, el Estatuto de Roma. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la
ONU puede solicitar a la corte que intervenga en casos de violaciones ocurridos
en países que no son parte del Estatuto de Roma. Por su parte, el presidente de
la corte, el canadiense Philippe Kirsch, se comprometió a demostrar durante los
dos próximos años “los altos parámetros de justicia” con que funcionará el
ente.
Moreno Ocampo, que en la actualidad se desempeña como
profesor de la Universidad de Harvard, ha trabajado como asesor
de Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo, ayudando a los gobiernos a combatir
la corrupción en Bolivia, la República Dominicana,
Perú y Venezuela, jugó un papel fundamental como
fiscal adjunto en 1985 durante el juicio contra las tres juntas
militares de la dictadura argentina. También
fue fiscal en los casos contra los militares responsables de la
guerra de las Malvinas, y en varios juicios de corrupción
pública. Moreno Ocampo fue también co-fundador de
Poder Ciudadano, una organización no gubernamental que
promueve la responsabilidad y participación social.
La Coalición
de ONGs para la Corte Penal Internacional, que reúne a
más de 2.000 entidades, celebró la elección
de este jurista y destacó su trayectoria en la investigación
de las violaciones de derechos humanos cometidas por la dictadura
argentina. “La
experiencia de Moreno Ocampo investigando los crímenes
de la junta militar de Argentina y las violaciones de las leyes
de guerra durante el conflicto de las Malvinas-Falklands (1982)
harán de él un altamente competente y experto fiscal
de la CPI”, señaló David Donat-Cattin, de Acción
Global (Global Action), organización por los derechos humanos.
La Corte Penal Internacional se inauguró el 11 de
marzo con la elección de 18 jueces, pero no había podido entrar en
funcionamiento porque el principal cargo, que es precisamente el de fiscal, no
estaba cubierto. Lo primero que deberá hacer el argentino será designar a sus
dos fiscales adjuntos, derecho que se le reserva.
Moreno
Ocampo tendrá el poder de decidir cuándo la corte debe intervenir. Sin embargo,
no lo podrá hacer en cualquier caso, ya que sólo los países signatarios pueden
ser investigados. Por ejemplo, ni los Estados Unidos ni Irak firmaron el
Tratado de Roma. Sí lo hizo Gran Bretaña.
Estados Unidos versus la Corte Internacional
La
idea de fundar una corte internacional de carácter permanente nació luego de
que el Consejo de Seguridad de la ONU creara cortes especiales para los
crímenes de la ex Yugoslavia y de Rwanda. La competencia
del CPI, según el estatuto, está limitada materialmente a juzgar los crímenes
de "genocidio", los crímenes contra la humanidad, y los crímenes de
guerra de los países signatarios. Juzga individuos y no estados. El
tribunal puede juzgar tanto a civiles como a personal militar. Esto
a diferencia de la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial
de las UN, que se diseñó para querellas entre los Estados, sin jurisdicción
sobre asuntos que involucren la responsabilidad individual en un crimen.
El Estatuto del nuevo tribunal reconoce la función del Consejo de Seguridad en
el mantenimiento de la Paz y seguridad internacionales al aceptar que, en
conformidad con el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, el Consejo
puede remitir una situación a la Corte cuando parezca que se han cometido uno o
más de los crímenes contenidos en el Estatuto. Solamente en este caso la
jurisdicción de la nueva Corte Internacional es obligatoria y legalmente
ejecutable en todos los estados, aún en los que no reconocieron su legitimidad.
Esta medida no ajena a las propuestas estadounidenses en la redacción del
Estatuto refleja la voluntad de Washington de que el Consejo de Seguridad tenga
la palabra definitiva. Dado que tiene veto en el Consejo de Seguridad, tendría
poder de veto sobre la Corte.
La Corte reemplazaría a las cortes nacionales y solamente actuaría cuando
éstas fueran incapaces de ejercer su jurisdicción o se mostraran renuentes a
hacerlo. Si una corte nacional está dispuesta a ejercer su jurisdicción y es
capaz de hacerlo la Corte Penal Internacional no podrá intervenir y ningún
ciudadano de ese estado podrá ser llevado ante ella, a no ser en los casos que
le remita el Consejo de Seguridad.
Estados
Unidos se opuso vehementemente a la creación de este tribunal, y fue uno de los
siete países que votaron en contra del Tratado de Roma, porque teme que este
tribunal pueda intervenir en juicios contra las tropas estadounidenses (ha firmado
acuerdos con 27 países que exoneran a las tropas estadounidenses de ser
demandados ante el tribunal). Legisladores ultraderechistas llegaron incluso a
presentar proyectos de ley para atacar el tribunal de La Haya en caso de que la
Corte Penal Internacional detenga a un estadounidense.
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