Derechos de las migraciones Cada vez menos ciudadanos El recelo del gobierno y el pueblo de Japón hacia los extranjeros aumentó junto con la delincuencia, imponiéndose a la demanda empresarial de mano de obra extranjera y a los llamados de activistas a una mayor integración social de los inmigrantes. La xenofobia ha estado presente desde los comienzos de la humanidad. Hoy en día se hace notar en Europa, Estados Unidos y Japón. La xenofobia radica en cuestiones de índole económica; extranjeros no legales aparecen como competidores desleales en la procura de trabajo y permiten que empleadores deshonestos los utilicen para disminuir sus costos. Hay varias versiones acerca de las ventajas y desventajas de las migraciones internacionales. Quienes están en contra señalan que la presencia de mano de obra extranjera barata es, en definitiva, un perjuicio económico, ya que retrasa la modernización, crea problemas sociales de todo tipo y deteriora las estructuras demográficas. Agregan que los países de procedencia también se perjudican, debido a que pierden sus trabajadores más activos. Los que están a favor, en cambio, argumentan que las migraciones internacionales equilibran el mercado mundial del trabajo y en algunos casos permiten la supervivencia de quienes no emigran y, en tal sentido, citan a los millones de latinos que trabajan en el exterior y que, con sus remesas de dinero, ayudan a vivir a los compatriotas que no emigraron. Xenofobia en Japón Los empresarios japoneses afirman que las migraciones internacionales son necesarias para revitalizar la economía y salvar a la nación de una crisis poblacional. La población de la segunda economía más fuerte a nivel mundial está envejeciendo a un ritmo mayor que en cualquier otro país desarrollado, como consecuencia de un aumento en la esperanza de vida y una baja tasa de nacimientos. De mantenerse la actual relación, en 2006 se llegara al punto máximo del desarrollo poblacional con 128 millones de habitantes, pero ese número se vería reducido a la mitad en 100 años más. Sin embargo, las noticias sobre delitos en los periódicos, en los cuales se habla de actos cometidos por extranjeros o por personas que parecían ser extranjeras, es algo que, sin lugar a dudas, no estimula la inmigración. La sociedad japonesa se muestra reacia a que se diluya la identidad cultural homogénea del país. Las primeras medidas del gobierno japones contra la inmigración entraron en vigencia en 1990. Esta disposición consiste en que no solo los trabajadores ilegales serán deportados, sino que los empleadores de éstos pueden ser sancionados con multas que van de 18 mil dólares hasta 3 años de cárcel. En Japón viven alrededor de un millón de extranjeros y la cifra oficial de ilegales es de cerca de 100 mil, (72% son de origen coreano, lo que, en relación a la población japonesa, de 128 millones aproximadamente, y comparada con otros países industrializados, parece insignificante, aunque en los últimos años se ha registrado un rápido aumento). Igualmente, la brecha económica entre Japón y sus vecinos es cada vez más marcada; la mayoría de los inmigrantes vienen de los países más poblados y más pobres: Filipinas, 37%; Bangladesh, 20%; Pakistán, 17%. También en Japón operan las agencias de reclutamiento para extranjeros, quienes deben pagar sumas elevadas; en algunos casos se les confiscan sus documentos y las mujeres en su mayoría son obligadas a ejercer la prostitución. Estas redes son parte de la "yakuza" (mafias japonesas) que controla el mercado del trabajo estacionario. Por otro lado, en Japón la población tiene índices decrecientes, por lo que hay quienes afirman que en 2010 faltaran 1,87 millones de trabajadores; esta tendencia es actualmente notoria en los sectores laborales desdeñados por los japoneses por la mala paga, donde justamente se insertan los inmigrantes. |
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