Relaciones Internacionales

WASHINGTON Y LA PREDESTINACION: CALVINISMO EN LA POLÍTICA EXTERIOR DE EEUU
El comportamiento beligerante de los Estados Unidos durante las últimas administraciones republicanas ha sido avalado por una retórica de connotaciones mesiánicas, que presenta sus intervenciones como episodios de una historia sagrada: un “Nuevo Orden” a comienzos de los 90, la lucha contra el “eje del mal”(Corea del Norte, Irán, Irak-Libia, Siria, Cuba) que legitimó el operativo bélico “Libertad Duradera” contra Afganistán y el concepto de “Guerra Preventiva” que determinó la reciente invasión y ocupación de Irak.

“Por siglos hemos trabajado por la libertad. Esta noche estamos a la cabeza del mundo al enfrentarnos con una amenaza contra el decoro y la humanidad. Lo que está en juego es algo más que un pequeño país, es una gran idea, un Nuevo Orden Mundial, donde diversas naciones se unen por una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el gobierno por la ley. Tal es el mundo merecedor de nuestra lucha y digno del futuro de nuestros hijos. (...) Sí, los Estados Unidos cargan con una buena porción del liderazgo en este esfuerzo. Entre todas las naciones del mundo solo los Estados Unidos de América han tenido tanto la fuerza moral como los recursos materiales para apoyarlo.  Somos la única nación en esta Tierra que puede reunir las fuerzas de la paz. Esta es la  responsabilidad del liderazgo y la fuerza que ha hecho de América el foro de libertad en un mundo en búsqueda (...) Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.”   De este modo el Presidente George Bush Sr legitimaba el ataque  de Estados Unidos  a Irak en 1991, al tiempo que anunciaba un “Nuevo Orden Mundial”. Una década después, su hijo, George W. Bush (cuya historia privada – su rehabilitación del alcoholismo a los 40 años por inspiración divina – es ironizada por la prensa con la frase Goodbye Jack Daniels, hello Jesus) hacia oír la misma trascendencia, anunciando el comienzo de la “cruzada” del bien contra el mal y estigmatizando a aquellos que no apoyaran  su país en su lucha contra el terrorismo.
Como se ve, el comportamiento beligerante de los Estados Unidos durante las últimas administraciones republicanas ha sido avalado por una retórica de connotaciones mesiánicas, que presenta sus intervenciones como episodios de una historia sagrada: un “Nuevo Orden” a comienzos de los 90, la lucha contra el “eje del mal”(Corea del Norte, Irán, Irak-Libia, Siria, Cuba) que legitimó el operativo bélico “Libertad Duradera” contra Afganistán y el concepto de “Guerra Preventiva” que determinó la reciente invasión y ocupación de Irak. Estas acciones han sido analizadas desde diferentes puntos de vista; hay quienes sospechan que las consignas en que parecen sustentarse  son eufemismos tras los cuales se pretende camuflar la avidez por controlar  riquezas (petróleo, etc). También de índole economicista es el argumento según el cual estos operativos obedecen a la necesidad de mantener la actividad y potenciar el funcionamiento de la industria armamentista[1].
    Sin embargo, frente a este discurso apocalíptico,  algunos analistas, aún sin descartar aspectos económicos y/o geopolíticos, han subrayado las motivaciones religiosas que animan las excursiones bélicas impulsadas por el gobierno republicano.
  Nos enfrentamos entonces a una situación paradójica: hay una guerra o una serie de guerras cuyos agentes (una nación que nació en pleno Iluminismo, que durante siglos ha sido vista desde fuera y desde dentro, como emblema de la Modernidad) presentan, como una defensa de la Libertad, de la Civilización y de la Tolerancia, contra fundamentalismos de carácter religioso. Pero esa guerra es una guerra santa.
  RUMBO A BAGDAD EN EL MAYFLOWER   A comienzos del S.XVII (1620) un grupo de puritanos ingleses, subvencionados por una sociedad anónima londinense, cruzaron el Atlántico a bordo del Mayflower para establecerse en Plymouth, Massachusetts y luego en Connecticut, con el fin de establecer allí una colonia cuyo gobierno debía apegarse estrictamente a los fundamentos de la moral cristiana. A criterio de estos pioneros, dichos principios habían sido dejados de lado por la negligencia y la corrupción de las autoridades políticas y religiosas de Inglaterra. El término Puritanos, que designa a este grupo de religiosos, había sido usado al comienzo de modo despectivo, para señalar a aquellos que pretendían purificar a la Iglesia Anglicana de ciertas prácticas que la alejaban de los valores cristianos y la acercaban al catolicismo, del cual se había escindido en el S.XVI, bajo el reinado de Enrique VIII, y al cual se enfrentó más radicalmente al asimilarse  al Calvinismo. Los motivos de la migración de los peregrinos del Mayflower son objeto de polémica por parte de los historiadores. Hay quienes sostienen que eran perseguidos por la religión oficial durante el reinado de Jacobo I (1603-1625); sin embargo otros afirman que este hostigamiento no era tal, pues el credo de los puritanos, aunque no fuese la religión del estado, podía ser ejercido libre y públicamente. En cualquier caso, el propósito de los Puritanos al aventurarse al Nuevo Mundo habría sido, justamente, el de fundamentar un Mundo Nuevo, alejado de la supuesta corrupción anglicana y papista, una especie de utopía cuyo gobierno se apegase a los preceptos bíblicos en su versión calvinista. En estas colonias protestantes establecidas en Nueva Inglaterra los ciudadanos debían pagar el salario de los sacerdotes mediante impuestos, y solo los miembros de la Iglesia podían ejercer el derecho a votar. De este modo, la ley evangélica se imponía por encima de todas sobre el Estado y la Iglesia. Esta institución, si bien no gobernaba directamente, proponía los instrumentos para hacerlo y para elegir a los gobernantes. Entonces comenzó a desarrollarse allí un moralismo rígido que se manifestaba en la persecución rigurosa de adúlteros, bebedores, brujas y herejes; para algunos articulistas esta tradición es el substrato que informa, aun hoy, las acciones de cierta política interna y exterior en los Estados Unidos.
      PREDESTINACION: DE LA GRACIA IRRESISTIBLE A LA GUERRA PREVENTIVA   Uno de los conceptos más peculiares de la doctrina del reformador J. Calvino (1509-1564), enérgicamente incorporados por los puritanos es la predestinación. Desde la eternidad anterior al comienzo del tiempo, Dios en su omnipotencia, determina la salvación de algunos y la condenación de otros. Según esta idea, estrechamente emparentada con la gracia y la providencia, los seres humanos padecen -desde el pecado original-  una “incapacidad moral” para realizar buenas acciones; solo los elegidos por la gracia de Dios (ante la cual es imposible resistirse) son capaces de obrar bien. Así, en el puritanismo de raíz calvinista, las buenas obras no serán quienes conduzcan al hombre hacia la salvación. Hay aquí una inversión  en las relaciones causa-efecto, respecto a otras versiones del cristianismo: las acciones edificantes, las obras de gracia, son una “sintomatología”, una consecuencia o un modo de manifestar la evidencia de que se es un elegido. Y es justamente esa voluntad de exhibir los efectos de la gracia, el deseo de mostrarse y mostrar la aptitud para controlar las inclinaciones perversas, lo que hace a los integrantes de estas comunidades particularmente activos y emprendedores, permanentemente interesados  en diseñar la sociedad y su gobierno con arreglo a la voluntad de Dios expresada en Biblia. Si transponemos estas creencias y actitudes a una perspectiva más amplia, a una dimensión histórica y “macro”, nos encontraremos con la percepción que los descendientes de aquellos puritanos tienen de sí mismos: se trata de espíritus elegidos por Dios para revolucionar el drama cósmico de la Historia e instituir un Nuevo Orden Mundial. George W Bush ha mencionado la predestinación como fuente de sus belicosas decisiones políticas: “Los planes de guerra del Presidente Bush son riesgosos, pero él no es un apostador. De hecho, niega la existencia de la casualidad: “Los eventos no son causados por la casualidad ciega, sino por la mano de un Dios bueno y confiable. Desde el principio ha estado convencido de que su presidencia es parte de un plan divino; cuando era gobernador de Texas le confió a un amigo: “…Creo que dios quiere que me presente como candidato a presidente.” Esta convicción se ha manifestado más abiertamente después del 11/9”[2]. Y es necesario manifestar y actualizar permanentemente ese destino irresistible concedido por Dios.
  El destino manifiesto   Durante el S. XIX los Estados Unidos experimentaron una prodigiosa expansión. La población que en 1800 no sobrepasaba -  se estima – los 5 millones, llegó, para  mediados de siglo, a unos 23 millones. El territorio se fue ensanchando hasta llegar al Pacífico. Las determinantes económicas, demográficas y tecnológicas de esa política expansionista (cuyo diseño generó en su momento polémicas internas) estuvieron también avaladas por un discurso mesiánico y por la doctrina de la predestinación. Por aquella época, el historiador francés Alexis de Tocqueville (1805 - 1859), autor de La démocratie en Amérique, escribía: “En Estados Unidos la religión está inserta en todas y cada una de las costumbres nacionales y en todos los sentimientos nacionales que evoca la palabra patria.” Por entonces aparece el concepto de “destino manifiesto”. Fue usado por primera vez por el periodista John L. O’ Sullivan en un texto referido a la anexión del territorio de Texas; allí se explicaba que la superioridad política y económica de los Estados Unidos no solamente le otorgaba el derecho a expandirse sobre el resto del territorio americano, sino que esa supremacía era la evidencia de que estaban destinados a hacerlo por gracia divina. En las palabras que por esos tiempos pronunciara cierto senador Taylor se percibe notoriamente esta soberbia propia  de los iluminados: “Estamos parados sobre el pedestal de la Tierra, del que somos señores, y sobre nosotros no hay nadie excepto Dios”. En el discurso actual, que invoca la bendición de dios para emprender sus campañas, y según el cual sólo los Estados Unidos tienen la “fuerza moral”, para lograr las “aspiraciones universales”, sobrevive el concepto de “destino manifiesto”.
  Jugando a la providencia    “El nuevo film de Steven Spielgberg muestra al gobierno, dentro de algunos años, encarcelando pre-criminales antes de que se comprometan o ni siquiera piensen en terrorismo. Esto puede no ser sólo ficción” Nat Hentoff  (Village Voice, 10/9/02)   Otro de los ingenios estratégicos que se ha presentado para legitimar la política exterior estadounidense es el concepto de “guerra preventiva”. Se trata de atacar a aquellos países que en el futuro podrían, presumiblemente, emprender  acciones contra Estados Unidos. Esta política ha sido relacionada por algunos comentaristas  con el argumento del film de ciencia ficción “Minority Report” (20th Century Fox, 2002), donde se muestra una especie de antiutopía en la cual un implacable aparato jurídico y policial se encarga de de condenar preventivamente a los futuros criminales. En la actualidad el concepto de “guerra preventiva” también tiene aplicación interna, ya que algunos ciudadanos son detenidos, sin derecho a un proceso ni a abogados, como potenciales terroristas. El 8 de agosto de 2002, el New York Times editorializaba: “El gobierno de Bush parece creer, sin mucha autoridad legal, que si llama a los ciudadanos combatientes en la guerra del terrorismo los puede encarcelar indefinidamente y privarlos de abogados defensores. Este desafío a las cortes repudia dos siglos de ley constitucional y amenaza las libertades que el Presidente Bush dice defender en la lucha contra el terrorismo”. Para el historiador Arthur J. Schlesinger, ex asesor del Presidente Kennedy y dos veces ganador del premio Pullitzer, “…el Vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld evidentemente se ven a sí mismos como los pre-cops de Steven Spielberg, unos telépatas fisicamente equipados para detectar crímenes que están a punto de ser cometidos.”   Según el concepto de predestinación, tal como se ha expuesto, la historia del mundo es una especie de libreto escrito por la infinita sabiduría de Dios. En ese texto, no solamente cada hombre sino- en palabras de Calvino – “todas las partes y partículas del mundo”tienen un papel preestablecido, de acuerdo a una “sabiduría incomprensible”. Quizás sólo a los que se consideran predestinados, a los tocados por la gracia irresistible, les es dado conocer estos designios sagrados. Sir Herbert Butterfield, historiador inglés citado por Schlesinger, sostenía al respecto: “En la historia, los golpes más duros del cielo caen sobre aquellos que imaginan que pueden controlar las cosas de una manera soberana jugando a la providencia no sólo para ellos sino para el futuro lejano.”          

  [1] Cuando la guerra en Iraq haya terminado, Estados Unidos deberá reponer todas las armas que haya descargado sobre ese país ya devastado por 13 años de embargo, para satisfacción de la industria militar estadounidense. El reemplazo de esas armas y todas las que se utilizarán o serán destruidas hasta que termine el conflicto otorgará un enorme impulso a la industria armamentista estadounidense, que no obtenía una oportunidad de negocios tan grande desde la primera guerra del Golfo, en 1991. El Departamento de Estado (cancillería) predijo en su última ”Justificación del presupuesto del Congreso para operaciones en el extranjero” que este año las ventas de armas estadounidenses superarán los 14.000 millones de dólares, la mayor cantidad en casi dos décadas, frente a 12.500 millones de dólares en 2002. “Un indicador trágico de los valores de nuestra civilización es que no existe un negocio más grande que la guerra”, comentó Douglas Mattern, de la War and Peace Foundation (Fundación de la Guerra y la Paz), con sede en Nueva York. Thalif Deen, “IRAQ-EEUU: El gran negocio de la guerra”, El Puente, encuentro de las culturas. Abril, 15 2003 [2] EVANGELIST BUSH ACTUALLY BELIEVES WHATEVER HE DOES IS THE WILL OF GOD.  3.11.03 www.bushwatch.com

15/06/2004



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