Organizaciones Internacionales

G-20: cooperación económica y comercial entre países en desarrollo
El surgimiento del grupo de los 20 (G-20 o G-20 plus), en el contexto de la V Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), se convirtió en un acontecimiento histórico, ya que abrió las puertas a un régimen multilateral de comercio y cooperación económica entre los países del Sur.

El llamado grupo de los 20 (G-20) nació en agosto de 2003 y apareció en escena en la V Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) realizada en setiembre de 2003 en Cancún, México. Este grupo está exclusivamente enfocado en los temas agrícolas, particularmente en la demanda de la eliminación de los subsidios de este sector. Si bien el agrupamiento giró desde un principio en torno a las posiciones de Brasil, India, China y Sudáfrica, ha acaparado a países de todos los continentes.

Los gobiernos del Sur se han propuesto unir fuerzas para avanzar hacia condiciones más equitativas en el comercio internacional. Una de las principales consecuencias del colapso de la Conferencia (en la que no se llegó a ningún acuerdo) fue que se evitó un acuerdo negativo, quedando en evidencia las injustas relaciones en el comercio global en general, y en la agricultura en particular.

Muchos países del Sur salieron fortalecidos y, en especial, las coaliciones de naciones africanas, las de la coalición de Asia-Caribe-Pacífico y el G-20. A su vez, quedaron al descubierto los intereses contrarios al desarrollo del Sur de algunos países del Norte. Para muchas naciones de África y Asia, cuya participación es minúscula en el comercio global, deja de tener sentido participar en un sistema multilateral de comercio que lo único que logra es legitimar las reglas por las cuales son excluidas.

Al colapso de Cancún se sumó el deterioro en la imagen de la OMC, hecho que afirma creciente proceso de deslegitimación de organismos regulatorios multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Las naciones ricas forzaron la marcha, con amenazas de represalias junto a ofertas de ayuda y acuerdos de comercio, a los que las naciones pobres se negaron. Todo el sistema multilateral de comercio quedó dañado y falta calibrar el verdadero impacto. Para muchos, es posible que esto refuerce las tendencias a los acuerdos regionales y multilaterales, pero también es posible que el comercio mundial quede fragmentado en relaciones bilaterales asimétricas, con el peligro de prevalezca la "ley del más fuerte".

La Conferencia finalizó dejando al descubierto las flaquezas de la OMC y deslegitimando el poder de los más fuertes, pero con la esperanza de que si los gobiernos se comprometen con iniciativas de desarrollo productivo e inclusivo, los cambios son posibles. Si la OMC no se recupera del fracaso de Cancún se corre el riesgo de una nueva ola de proteccionismo y fragmentación en el comercio mundial y habrá que buscar con urgencia foros alternativos de cooperación multilateral.

No son todo coincidencias

Es bastante probable que la unidad del G-20 pueda verse cada vez más jaqueada a medida que se empiecen a negociar las cuestiones específicas a la agricultura. Hay tres tendencias diferenciadas y divergentes dentro del G-20. En primer lugar, los países predominantemente orientados a la exportación (que también son miembros del Grupo de Cairns), cuya principal preocupación es el apoyo interno y los regímenes de subsidios a las exportaciones de las potencias comerciales. En segundo lugar están países como India y China, y algunos otros (relacionados con esos dos gigantes) más pequeños, cuya mayor preocupación es proteger a sus campesinos, grandes masas de pequeños y marginales productores, de los vaivenes de las fuerzas del mercado agrícola mundial. Y en tercer lugar están países como Egipto, cuya principal preocupación tiene que ver con la eventual desaparición de las importaciones de alimentos baratos subsidiados de las potencias del Norte.


Pero, si las potencias comerciales aplican medidas inteligentes para dar cierta satisfacción a la primera y tercera tendencias, el segundo grupo podría quedar aislado. Incluso China, con su pujante excedente comercial con Estados Unidos, podría verse obligada a adoptar una actitud cautelosa, cuidando de no derribar el carro de las negociaciones al insistir en posiciones fuertes en cualquiera de los sectores de negociaciones. La perspectiva de que la segunda tendencia pierda su cohesión tiene consecuencias adversas graves para países como India, en cuanto la haría volver a la situación previa a la creación del G-20.


En las actuales circunstancias, le incumbe a India y a otros que fundaron el G-20, comprometer a esta coalición en la formulación de una estrategia creativa para reconciliar las tendencias divergentes. Es claro que, si bien la primera tendencia no cuestiona el modelo de la agricultura , los papeles objetivos de las otras dos son difícilmente compatibles con ese modelo.


¿Última esperanza para la OMC?
Luego de Cancún, la OMC entró en una especie de letargo, debido a el encontronazo entre los países del Norte, que desde hace años vienen imponiendo sus reglas en la OMC, y los del Sur, que por primera vez lograron mantenerse firmes en su postura. Según analistas, el G-20 es para muchos la única esperanza de mantener a la OMC con vida. Para Mario Marconini, director del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, las negociaciones en la OMC desde hace un tiempo carecen de liderazgo, más aún ahora que Estados Unidos abandonó su tradicional posición y se hizo proteccionista en varios sectores, como el siderúrgico, el textil y el agrícola.

Washington siempre encabezó los procesos negociadores como la Ronda Uruguay, finalizada en 1994 y que dio paso a la OMC, y la actual Ronda de Desarrollo iniciada en 2001 en Doha, pero ahora no está interesado en el multilateralismo, incluso porque su sector privado ya no quiere más apertura de mercados.

Debido a que la Unión Europea (UE) nunca encabeza sino que reacciona a esas rondas y actualmente se concentra más aún en su propia integración con la incorporación de más países, el sistema multilateral de comercio depende de la fuerza que tengan los países en desarrollo, para impulsar la negociación, agregó Marconini.

El colapso de Cancún junto al surgimiento del G-20 apunta a un cambio de paradigma, una inversión de los papeles, con países en desarrollo encabezando la lucha por la liberalización comercial, ante la resistencia de los países ricos, que disciplinaron la industria del siglo XXI, pero quieren proteger la del siglo XIX.

Algunos, como Marconini, afirman que el G-20 puede ser considerado un laboratorio, que debe probar si puede lograr reducciones importantes en los subsidios agrícolas, y que tiene a su favor el hecho de que todos sus miembros pagaron el precio de abrir sus mercados -como hizo China para entrar a la OMC- y ahora quieren una contrapartida.

La Ronda Uruguay tuvo una mala aplicación práctica, en perjuicio de los países en desarrollo, especialmente en la agricultura, pero también en textiles. La importancia del G-20 para sacar las negociaciones del atascadero en el que se encuentran, tras el fracaso de la conferencia realizada en Cancún, fue reconocida por el director general de la OMC, Supachai Panitchpakdi.

El G-20 se inició con 20 miembros, luego se sumaron tres países y perdió a Panamá para la Conferencia Ministerial de la OMC y se pasó a llamar Grupo de los 22 (G-22), luego sus miembros han ido fluctuando, manteniéndose las economías más representativas.

El G-20 plus se formó con algunos miembros que no forman parte del Grupo de Cairns, que reúne a 17 países de producción agrícola eficiente y que combaten los subsidios y barreras del sector desde los años 1980, pero no mostró cohesión ni agilidad en Cancún para responder a la propuesta de EE.UU. y la UE de acotar la reducción de sus subsidios.

Brasil hizo concesiones a China e India, exigiéndoles más acceso a sus mercados, para componer un grupo que sumara más de la mitad de la población mundial. Además, el gran obstáculo para que países en desarrollo importen más no son los aranceles, sino el bajo poder adquisitivo de su población. Es por eso que impulsar la desgravación, como lo hace Estados Unidos, no tiene ningún sentido.

01/06/2004



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