Las maquilas: ¿solución o problema?
Las maquilas aparecieron en América Latina, impulsadas por Estados Unidos, entre las décadas de 1960 y 1970. En 1990 tomaron gran impulso con la liberalización del comercio internacional y la mundialización de la economía (globalización). Las principales compañías transnacionales del mundo compiten para situar fábricas y ensambladoras en países con bajos costos de mano de obra, obteniendo mayores facilidades y exoneraciones tributarias de sus gobiernos, y mejorando en competitividad.
El término maquila es sacado del árabe y significa:
porción de grano, harina o aceite que corresponde al molinero
por la molienda. En América Latina, en cambio, maquila
se le llama a las actividades económicas nacionales o extranjeras
que ejecutan una parte muy precisa en el proceso de producción.
Las maquiladoras inician, terminan o contribuyen de alguna forma
en la elaboración de cierto producto destinado a la exportación.
Ubicadas en zonas francas, o zonas procesadoras de exportación,
obtienen numerosas ventajas como la exoneración de impuestos
y las facilidades que les ofrece el país en que instalan.
Estados Unidos impulsó las maquilas en Latinoamérica
entre 1960 y 1970, sin embargo, tomaron gran impulso con la liberalización
del comercio internacional y la mundialización de la economía
(globalización), a partir de 1990.
Debido a la afanosa competencia de la que son parte, las compañías
buscan rebajar al máximo los costos de producción.
El traslado de algunas de sus actividades productivas, especialmente
las que demandan mayor uso de mano de obra, a los países
periféricos (subdesarrollados), asegura ciertos beneficios
y el abaratamiento de los costos de producción.
El traslado de las fábricas implica el cierra de las mismas
en su lugar de origen, dejando sin empleo a miles de personas
y provocando conflictos sociales. En Estados Unidos, durante la
década de 1990, se perdieron más de 900 mil puestos
de trabajo en la industria textil y 200 mil en la industria electrónica.
Las maquilas aprovechan las enormes diferencias salariales entre
los países del centro y los periféricos. Mientras
en 1998 los obreros mejores remunerados de América Latina
ganaban 1,51 dólares por hora, un obrero que realizaba
la misma tarea en Estados Unidos, ganaba 17,2 dólares (11
veces más), esta diferencia era aún mayor con las
remuneraciones de Alemania y Japón.
Es igual de grande la brecha existente entre los salarios de los
trabajadores de las maquilas con los precios finales de los productos
que realizan, así como la diferencia entre los ingresos
de los directivos de las compañías y los obreros
de las mismas.
Según Raúl Fernández, de Rebelión,
la implantación de las maquilas no promueve el desarrollo
de la economía nacional, tampoco la regional, ni de las
ciudades receptoras de las mismas. "Este resultado no debe
sorprender, puesto que las maquilas se basan en el atraso y la
mano de obra barata de los países pobres y las regiones
más deprimidas económicamente del mundo", señaló
Fernández.
Los países receptores de maquilas deben contar con una
infraestructura adecuada, servicios de agua y energía eléctrica,
puertos, telecomunicaciones, sistemas viales y una legislación
laboral flexible. También son necesarias facilidades económicas
que, muchas veces, ni siquiera los inversionistas nacionales poseen,
al tiempo que el Estado debe hacer gigantescas inversiones para
poder "cumplir" con los capitales transnacionales.
Las maquilas en Latinoamérica
En 1970, en México, las maquilas tenían aproximadamente
20 mil empleados. A principios de la década de 1980 el
número de maquilas fluctuó, interactuando con los
altibajos de la economía estadounidense. El "programa"
de maquilas creció acelerado por la crisis mexicana.
Tras la debacle económica de la década de 1990,
creció y se aceleró la instalación de maquilas,
empleando a varios cientos de miles de personas al final de la
década. En contraste, la crisis había dejado sin
empleo a más de un millón de mexicanos entre 1995
y 1997.
Las maquilas generan una competencia entre países pobres
por atraer capitales y, también, entre distintas regiones
dentro de un mismo país. Los países pobres implementan
cambios en la legislación laboral, el comercio externo,
el tratamiento del capital extranjero, el manejo de las condiciones
ambientales, recursos naturales y de la diversidad biológica
(biodiversidad).
Fernández destaca que en el actual modelo económico
mundial, la maquila funciona como estandarte de la producción
flexible, jugando un papel clave en el incremento de las disparidades
entre y dentro de los países del mundo. "La maquila
busca, en el mejor de los casos, utilizar modernas tecnologías
con una fuerza laboral oprimida y "flexibilizada" al
estilo de la del siglo XIX", declara Fernández.
Para lograr mayores niveles de ganancias, en las maquilas guatemaltecas
aumentó la jornada laboral a 12 horas diarias y se ha recurrido
al uso de estimulantes para elevar el rendimiento. Las drogas
han sido incluso administradas a mujeres embarazas, lo que ha
provocado el nacimiento de niños con deformaciones, según
una denuncia de la Unión Sindical de Trabajadores de Guatemala
(UNSINTRAGUA).
En Argentina, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem
se implementaron varias leyes laborales para favorecer a las empresas,
lo que determinó, por ejemplo, que un puesto de trabajo
costara una tercera parte menos que antes. Sin embargo, el gobierno
no consiguió que las empresas crearan nuevos puestos de
trabajo, prefiriendo pagar horas extras.
En el Perú, la flexibilización de las leyes laborales
permitió despidos masivos de mineros. Impedidos de formar
sindicatos, los empresarios se han negado a atender los pliegos
de reclamos presentados por los trabajadores. Estos son algunos
ejemplos de como afectan las maquilas a la economía de
cada país.
17/02/2004
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