Ayuda alimentaria

Guerra biotecnológica
Estados Unidos ha sido acusado por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) de todo el mundo de utilizar la ayuda humanitaria, más precisamente la ayuda alimentaria, para dar salida a sus excedentes de alimentos transgénicos y evitar con ello el hundimiento de su industria biotecnológica, que atraviesa uno de sus peores momentos, debido al creciente rechazo hacia estos productos a nivel mundial.

Washington amenaza con iniciar una disputa contra la Unión Europea (UE) en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por no importar alimentos genéticamente modificados. El representante comercial estadounidense, Mr. Zoellick viajó a Brasil a fines de mayo para presionar al país para que eliminara la prohibición de cultivos genéticamente modificados o transgénicos. El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Colin Powell trató de intimidar a los países sudafricanos en la Cumbre de la Tierra en septiembre de 2002 en Johannesburgo para que acepten alimentos transgénicos pero Zambia se negó a ceder. En India, la embajada estadounidense presionó al Ministerio del Medio Ambiente a través de la oficina del Primer Ministro para que apruebe las importaciones de trigo transgénico, pero una importante movilización de grupos de mujeres como la Alianza Nacional de Mujeres por los Derechos Alimenticios del movimiento de Mujeres Diversas por la Diversidad, logró enviar de vuelta dos barcos cargados con 10 mil toneladas de trigo transgénico. Desde entonces, el Presidente del Comité de Aprobación de Ingeniería Genética, que rechazó los cultivos y las importaciones de alimentos genéticamente modificados, fue destituido y cambiaron el Ministro de Agricultura.

Según señaló un informe públicado en el International Herald Tribune con el título: "La guerra de la biotecnología reformulada en el contexto del hambre". Los cultivos comerciales que utilizan la ingeniería genética no producen más alimentos ni reducen el uso de productos químicos. Aunque el hambre es una argucia frecuentemente utilizada para promover e imponer la ingeniería genética, los alimentos transgénicos tienen más que ver con la sed de beneficios de las corporaciones que con el hambre de alimentos de los pobres. De acuerdo al informe, la tecnología de la ingeniería genética no tiene que ver con la eliminación de la escasez de alimentos sino con la creación de monopolios de alimentos y semillas, el primer eslabón de la cadena y de la vida misma.

Monsanto, una de las mayores corporaciones biotecnológicas, dueña de la mayoría de las patentes de semillas transgénicas, después de haber presionado al gobierno de Lula en Brasil para que elimine temporalmente la prohibición de transgénicos, ahora cobra royalties por genes en los cultivos de Round up Resistance Soya, mostrando una vez más que los beneficios a través del cobro de royalties constituyen el verdadero objetivo de la extensión de cultivos transgénicos.

India ha sido presionada por el gobierno de Estados Unidos a cambiar sus leyes de patentes bajo TRIPs y el principal beneficiario de la Segunda Enmienda de la Ley de Patentes de India de 1970 son las corporaciones como Monsanto, que buscan patentes de cultivos genéticamente modificados.

La ingeniería genética no sólo está causando la polución genética de la biodiversidad y creando el bio-imperialismo, -monopolios de la vida misma-, también está causando una contaminación del conocimiento, socavando la ciencia independiente y promoviendo la seudo-ciencia. Está generando monopolios del conocimiento y de la información.

Las promesas de Monsanto sobre los beneficios del algodón Bt en India constituyen un ejemplo de la promoción de una tecnología innecesaria, no verificada, peligrosa, a través de la seudo-ciencia. Mientras la producción de algodón transgénico bajó un 80% y los agricultores sufrieron pérdidas de cerca de 6.000 rupias por acre, Monsanto utilizó a Martin Qaim (Universidad de Bonn) y a David Zilberman (Universidad de California, Berkeley) para publicar un artículo en la revista Science para afirmar que la producción de Bt algodonero aumentó en un 80%. Qaim y Zilberman publicaron su trabajo basados en datos suministrados por Monsanto, provenientes de las pruebas de Monsanto y no en la producción de los agricultores durante el primer año de producción comercial.

Los datos amañados que presentan un fracaso del Bt algodonero como un milagro, ocultan que insectos y enfermedades no previstos aumentaron entre un 250 y un 300%, que los costos de las semillas fueron un 300% superiores y que la cantidad y la calidad del algodón fueron inferiores. Por este motivo, el 25 de abril de 2003, el Comité de Aprobación de Ingeniería Genética (GEAC, por sus siglas en inglés) del gobierno de India no autorizó que Monsanto vendiera semillas de Bt. algodonero en India del norte.

En Rajastán, Monsanto sufrió un fracaso que nunca salió a la luz. Mientras sus folletos pretendían entre 50 y 90 sacos de maíz por acre, los agricultores cosecharon sólo 7, un 90% menos de lo prometido. Los agricultores en el distrito Udaipur de Rajastán han iniciado una campaña para boicotear las semillas de Monsanto. Los informes sobre estos fracasos no llegan al ámbito internacional porque Monsanto controla los medios a través del sesgo de sus relaciones públicas, exactamente como trata de controlar a los gobiernos y a la ciencia, denunció en su informe el International Herald Tribune.

Distintas posiciones

La ingeniería genética en el suministro de alimentos es un tema candente, con científicos a favor y en contra, todos ellos con las credenciales suficientes para respaldar sus posiciones. Sin embargo lo más probable es que la controversia continue. El esfuerzo de las compañías biotecnológicas por promover el consumo de alimentos transgénicos persistirá y la resistencia de los consumidores a estos alimentos crecerá, presumublemente. Sin duda este es un tema en el cual es difícil expedirse, dado que los pro y los contras son tantos como contradictorios.

PRO

Gracias a la nueva tecnología de la ingeniería genética se pueden desarrollar cantidades abundantes de alimentos más nutritivos, con grandes ventajas para la humanidad y el medio ambiente. De este argumento se deduce que los alimentos de origen transgénico deben ser puestos en práctica por razones humanitarias.

La ingeniería genética (IG) es una extensión natural del proceso tradicional; así como convencionalmente podemos combinar características valiosas dentro de especies relacionadas, la IG permite que los científicos tengan acceso a genes de una amplia variedad de organismos para producir cosechas y ganado más valiosos y productivos.

Mientras que la crianza natural es una combinación imprecisa e incontrolada de millares de genes, la IG es exacta, ya que permite seleccionar los genes específicos y después utilizar otras técnicas para insertarlos en el organismo deseado.

Todos los alimentos genéticamente modificados se han probado y se ha demostrado que son seguros antes de ser sacados a los mercados. Estos alimentos son "substancialmente equivalentes" a otros alimentos, sin riesgo creciente para la salud humana y sin necesidad alguna de las pruebas largas y costosas en seres humanos. A su vez, estos alimentos se han vendido en los Estados Unidos por varios años y no hay evidencia alguna para decir que han dañado la salud humana de manera alguna.

Ciertas patatas y maíz genétivamente modificados producen su propio Bt, un pesticida que protege las cosechas contra los insectos, disminuyendo así el costo y aumentando la producción sin impacto negativo en la salud humana.

El uso en la agricultura de la IG aumentará la productividad de las cosechas; de ese modo se reduce la demanda por la tierra, mientras que también se reducirá el uso de herbicidas y pesticidas, disminuyendo así el daño para el medio ambiente con tecnologías agro-químicas modernas.

La IG es un proceso científico y tecnológico, su regulación y evaluación gubernamental se debe basar en criterios puramente científicos y objetivos.

La IG produce cambios específicos e identificables en el genoma de los organismos vivos que se pueden proteger con patente, lo que está acelerando rápidamente el desarrollo de nuevas y mejores fuentes de alimentos.

Gracias a que los alimentos transgénicos introducidos al mercado no tienen diferencias significativas, en cuanto al sabor, valor práctico o componentes nutricionales, no necesitan ser etiquetados como tales.

Contra

Con cada nueva tecnología científica se producen efectos secundarios, por lo que se debe tener mucho cuidado en la implementación de la IG. Es necesario realizar pruebas a largo plazo en los efectos en la salud humana e impacto en el medio ambiente.

Las técnicas de la IG van contra las barreras reproductivas naturales y combinan genes de diferentes especies de una manera que nunca ocurriría en forma natural, alterando modelos genéticos que han tardado años en desarrollarse, lo que aumenta la probabilidad de efectos incontrolables e imprevisibles. Hasta el momento, todas las pruebas se han llevado a cabo únicamente en ratas.

Las interrupciones imprevisibles en el funcionamiento normal del ADN causadas por la IG pueden producir efectos secundarios inesperados y desconocidos para la salud humana, incluyendo toxinas y alergénicos desconocidos e imprevisibles, y estas posibilidades se pueden evaluar solamente con la prueba en humanos.

Los alimentos genéticamente modificados que contienen pesticidas son considerados pesticidas. Cuando el Bt se vende como pesticida, a la gente se le advierte que no lo trage, no lo inhale y no lo ponga en contacto con cortaduras en la piel. Sin embargo, las patatas y el maíz que producen su propio Bt se venden sin ninguna restricción o prueba.

Para tener una evaluación puramente científica de los alimentos transgénicos se necesita más ciencia, especialmente estudios humanos y ambientales. Por otra parte, la evaluación puramente científica de la IG no hace caso del hecho de que, para mucha gente, el alimento tiene dimensiones culturales, éticas y religiosas que también deben ser consideradas.

A través de los años, los agricultores han creado las variedades de las cosechas mundiales con el cultivo natural. Si unas pocas compañías biotecnológicas grandes en países ricos logran controlar las semillas usadas en todo el mundo, se podrían cuestionar seriamente la Independencia y Soberanía nacional de los demás países.

Por diversas razones, incluyendo la preocupación por pruebas de salud, el medio ambiente y los valores éticos y religiosos, los alimentos transgénicos deberían ser etiquetados como tales, dándole así la opción al consumidor de escoger si desea comer estos alimentos o no. En todos los países donde se han realizado sondeos, la mayoría de la gente dice querer que los alimentos transgénicos sean etiquetados como tales, para así estar mejor informados antes de escoger cualquier producto.

Bioética

La generación y apropiación de conocimientos científicos son una de las tantas tendencias a la concentración del poder en unas pocas manos. Se agudiza con las leyes que protegen la propiedad intelectual. De hecho, más del 90% de las patentes se gestan en los bloques comerciales dominantes -Estados Unidos, países de Europa y Japón- dejando al Tercer Mundo en un papel marginal. Los países desarrollados han encontrado regiones con menos recursos, en las que pueden realizar investigaciones con un menor costo y con menos requisitos que en su propio país. Si bien esto ha fomentado la colaboración entre grupos de investigadores de todas partes del mundo, también ha traído serios cuestionamientos bioéticos y desafortunadas diferencias de intereses.

Bioética y Transgénicos

Los recientes eventos científicos sobre organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos y más generalmente, acerca de los efectos de la biotecnología en el ser humano, sus estructuras socioeconómicas, las implicaciones legales, el comercio mundial, sus potenciales riesgos en la naturaleza y en la salud misma, obligan a un análisis cuidadoso de estas tecnologías novedosas.

Este tema, uno de los más controvertidos en la actualidad, por los altos márgenes de inseguridad y la falta de conocimientos sólidos, obliga al científico que se deja guiar por la ética a tomar una posición de excesivo cuidado. No sólo la falta de conocimientos secundarios, sino también la de potenciales riesgos a largo plazo, se deberían contemplar antes de dar un voto aprobatorio a cualquier manejo transgénico. Se podría decir que es preferible ir demasiado lento antes que cometer fatalidades por ganar tiempo, ya que la supervivencia de la humanidad y del planeta están en juego.

La tecnología "Terminator"

"Terminator", cuyo nombre oficial es Sistema de Protección de Tecnologías (TPS, por su sigla en inglés), incorpora una característica que mata los embriones de las plantas en desarrollo de modo tal que no se pueden guardar y volver a sembrar en años posteriores.

"Traidor", llamado oficialmente Tecnología de Restricción del Uso Genético Específica para la Característica (T-Gurt, por su sigla en inglés), incorpora un mecanismo de control que exige aplicaciones anuales de una sustancia química de marca registrada para activar las características deseables en el cultivo. El agricultor puede guardar y volver a sembrar semillas, pero no puede concretar los beneficios de las características controladas, a menos que pague por la sustancia química activadora cada año.

Beneficios potenciales del Sistema de Protección de Tecnologías

Las empresas pueden desarrollar variedades mejoradas de los cultivos. USDA-ARS y Delta & Pine Land Company sostienen que la tecnología estimulará a las empresas de semilla a proseguir con más energía el desarrollo de variedades, en particular de "cultivos menores", para los que las empresas normalmente no gastan una gran cantidad de dinero en investigación. Los cultivos transgénicos con TPS no propagarán sus genes a las plantas vecinas. Los genes TPS son transferidos en el polen y, por lo tanto, toda planta polinizada por una planta TPS producirá semillas muertas. Esto impedirá el flujo accidental de genes desde los cultivos transgénicos a las poblaciones de plantas silvestres.

Riesgos potenciales del Sistema de Protección de Tecnologías

El polen de las plantas TPS podría matar las semillas de los cultivos vecinos y, a su vez, podría fecundar cultivos no TPS en los campos vecinos, lo que daría como resultado la muerte no intencional de las semillas en los cultivos no TPS. USDA-ARS y Delta & Pine Land Company señalan que será escaso el riesgo de que suceda esto porque la tecnología TPS está destinada a cultivos que se autopolinizan; por consiguiente, no es probable la polinización desde los campos cercanos. Sin embargo, se están realizando investigaciones para desarrollar cultivos TPS que no transporten ningún gen transgénico en el polen, con el fin de prevenir la transferencia no deseada de la característica.

El polen de las plantas TPS puede matar las semillas de las plantas silvestres vecinas. Si bien esto puede ser considerado un beneficio al prevenir la propagación de características transgénicas a poblaciones silvestres, puede tener un impacto negativo sobre la capacidad que las poblaciones silvestres tienen de mantanerse. Según la propensión del cultivo a cruzarse con poblaciones silvestres, algunas poblaciones de plantas raras o en peligro podrían resultar amenazadas por la presencia de cultivos TPS. Será preciso considerar caso por caso.

Los pequeños agricultores que han dependido de la capacidad de volver a sembrar semillas año tras año pueden resultar perjudicados porque tendrán que comprar semillas nuevas cada año. A varias organizaciones, incluida la Unión de Científicos Preocupados, les inquietan especialmente las implicaciones de esta tecnología en el mundo en desarrollo, donde guardar semillas es una práctica más común que en Estados Unidos. Según un artículo sobre la tecnología Terminator en la página web de la Unión de Científicos Preocupados (http://www.ucsusa.org), "los agricultores pobres están especialmente alarmados ante la perspectiva de que los mercados de semilla sean dominados por corporaciones multinacionales que venden semillas estériles". El artículo también afirma que "ellos (los agricultores pobres) temen que aumenten los costos de la semilla y pierdan el control sobre sus propias provisiones de alimentos". Hope Shand, del Grupo ETC, una organización opuesta a los cultivos genéticamente modificados, afirmó que "la meta final de la esterilidad de las semillas no es ni la bioseguridad ni los beneficios agronómicos sino la esclavitud biológica". Se puede ver un comunicado de prensa del Grupo ETC en http://www.rafi.org

La patente TPS señala que el inhibidor ribosómico es el agente preferido para matar las semillas porque no es letal para las personas que pudieran ingerirlas. No obstante, los autores de la patente indican que "cualquier gen letal sería aceptable" en los casos en que no hubiera ningún uso para las semillas. Señalan que se podría usar con ese propósito la toxina de la difteria o cualquier toxina citotóxica. Las empresas de semilla y los organismos gubernamentales fiscalizadores deberán, tal vez, considerar los posibles impactos en los pájaros, insectos y microorganismos que comen las semillas.

Los autores de la patente prevén el empleo del antibiótico tetraciclina para activar el sistema TPS. El empleo a gran escala de este antibiótico, que se usa para tratar enfermedades del hombre, puede causar un incremento de la resistencia a los antibióticos en las bacterias presentes en el medio ambiente.

04/09/2003

 Hambre en África; ¿salvavidas de la producción estadounidense?

Según la especialista en bioética, Ursula Oswald, los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) o transgénicos pueden producir efectos en la salud humana y animal y representan un potencial peligro para los países con una rica biodiversidad. Particularmente delicada es su siembra en un país de origen, ya que la probabilidad de cruzamiento con especies naturales es muy alta. En cuanto a los aspectos sociales, los procesos de monopolización llevan hacia una concentración de actividades agroempresariales en manos de pocas empresas transnacionales, destruyendo la economía campesina y los mercados regionales, creando dependencia tecnológica. Por ende, lejos de garantizar la seguridad alimentaria en el ámbito mundial, encarecen los alimentos básicos.

Diversas ONGs, como Greenpeace, Ayuda en Acción y Oxfam, y gobiernos de todo el mundo, entre ellos algunos de la Unión Europea, han acusado a Estados Unidos de estar utilizando la ayuda humanitaria distribuida a través del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU y destinada a los países pobres, principalmente de África y América Latina, para dar salida a sus excedentes de alimentos transgénicos y evitar con ello el hundimiento de su poderosa industria biotecnológica, que atraviesa uno de sus peores momentos debido al creciente rechazo hacia estos productos a nivel mundial.

La crisis por la que atraviesa el mercado de los alimentos genéticamente modificados se ha acentuado en los últimos años después de que muchos países de Europa y Asia, ante la presión de sus consumidores, impusieran estrictas regulaciones para la importación y etiquetado de estos alimentos. El rechazo a los productos transgénicos en Europa ha obligado a las grandes multinacionales agroalimentarias a desistir en el uso de este tipo de materia prima para la elaboración de sus productos y buscar otras alternativas no transgénicas.


La empresa canadiense Mc Cain Foods, productora de patatas fritas, anunció su intención de dejar de comprar patatas transgénicas, mientras que las multinacionales Gerber y Heinz, dedicadas a la producción de alimentos para bebés, también han optado por prohibir el uso de ingredientes transgénicos en sus productos. En Gran Bretaña, donde se han impuesto estrictas normas sobre el etiquetado de productos transgénicos, las compañías Unilever y Nestlé, dos de los gigantes de la industria agroalimentaria, se vieron forzadas a anunciar la eliminación gradual de los ingredientes transgénicos de sus productos ante la campaña en contra desatada en la opinión pública.

Ayuda con transgénicos a países africanos

La polémica creció en 2002 cuando varios países en África del Sur rechazaron ayuda con transgénicos durante una crísis alimentaria. A los países de África del Sur se les presentó una situación en la cual o bien aceptaban los transgénicos o bien millones morirían. Varios países como Mozambique, Zimbabwe, Malawi y Lesotho rechazaron el maíz transgénico debido a sus impactos medioambientales, pero aceptaron maíz molido. Sólo Zambia decidió rechazar maíz transgénico en grano y molido, debido a su preocupación por el impacto en la salud. Varios informes realizados en Zambia sugieren que el país ha sido capaz de superar la crisis alimentaria sin necesidad de alimentos transgénicos

Sin embargo, desde 1996 los alimentos transgénicos han llegado sin etiquetar a los países en desarrollo, como parte del PMA que ha enviado asistencia a India, Colombia, Guatemala y muchos países africanos. Estados Unidos, país que provee la mayor cantidad de alimentos de emergencia distribuidos en el mundo, ofrece embarques de productos en los cuales los granos transgénicos se mezclan con granos no-transgénicos. En el caso del maíz, éste puede incluir Star Link, una variedad transgénica aprobada en Estados Unidos para la alimentación de animales pero no para el consumo humano.

Mientras la postura del gobierno de Zambia le ha permitido ganar acceso a alimentos no-transgénicos como ayuda alimentaria, otros países necesitados en el sur de África están dependiendo de los alimentos transgénicos. Una severa sequía en Etiopía amenaza con profundizar el problema y polarizar aún más el debate. Algunas naciones africanas, como Zimbabwe, están mejor dispuestas a recibir alimentos transgénicos molidos más que semillas, previniendo con ello la amenaza potencial de entrecruzamiento con semillas locales. Sin embargo, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el Programa para el Desarrollo Internacional (USAID) y el PMA, principales proveedores de ayuda alimentaria junto a la Unión Europea, señalan que el proceso de molido es muy caro y podría demorar los esfuerzos de auxilio. Todos los donantes mayores, exepto USAID, opinan que la forma más efectiva de ayuda es financiera y no "amarrada" al excedente de granos.

Ayuda alimentaria o subsidios agrícolas?

Las donaciones alimentarias del gobierno estadounidense son vistas por algunas ONGs como un subsidio encubierto del gobierno y del departamento de agricultura para apoyar a su importante industria biotecnológica -que engloba desde empresas productoras de semillas, agroquímicos y maquinaria hasta compañías comercializadoras- ante las restricciones y el bloqueo impuestos a los alimentos transgénicos en otras partes del mundo. Además de permitir el mantenimiento de la producción de los cultivos transgénicos, la ayuda humanitaria está reportando contratos muy lucrativos a las empresas estadounidenses comercializadoras de granos, tales como Archer Daniels Midland (ADM) y Cargill, que en 2001 acapararon un tercio de los contratos para ayuda alimentaria concedidos por el PMA, por un importe superior a los 140 millones de dólares.

No es de extrañar, por tanto, que Estados Unidos sea actualmente el principal donante de ayuda del PMA y que sea el primer país al que recurre dicho organismo dependiente de las Naciones Unidas cuando emerge una crisis alimentaria en el mundo. El último episodio se produjo en setiembre de 2002, cuando las agencias de desarrollo y ayuda humanitaria que trabajan en África solicitaron el envío urgente de alimentos a Zimbabwe, Zambia, Malawi, Mozambique, Lesotho y Swazilandia, donde más de 13 millones de personas se enfrentan a una hambruna severa como consecuencia de la pérdida de las cosechas por la prolongada sequía que azota la región del África Austral. Inmediatamente, Estados Unidos anunció el envío, a través del PMA, de un cargamento urgente de 87.000 toneladas de maíz transgénico a la zona y otras 160.000 toneladas más en sucesivas entregas a realizar hasta los primeros meses del año próximo.

Según ONGs de todo el mundo el gobierno estadounidense está intentando proteger los intereses de su industria biotecnológica a cualquier precio y para ello no ha dudado en poner en marcha su poder de influencia y decisión en distintos organismos internacionales. En julio pasado forzó en Naciones Unidas la difusión de un informe en que el que se pedía a los países más desarrollados que dejasen a un lado sus temores para ayudar a los países en vías de crecimiento a explotar el potencial de las biotecnologías y cultivar especies modificadas genéticamente. Asimismo, Estados Unidos, apoyado por otros países productores de transgénicos como Argentina, Canadá y Australia, está intentando presionar en el seno de la OMC en el mismo sentido. Los países europeos han acusado a Washington de utilizar la ayuda alimentaria para eliminar sus excedentes en beneficio de sus agricultores e intervenir así en el mercado. Algunos miembros de la OMC han pedido que se revisen las disciplinas del comercio multilateral que regulan la ayuda alimentaria con el objeto, precisamente, de que no se utilicen como subsidios encubiertos a la exportación.

La influencia de Estados Unidos en el PMA, así como su dependencia del mismo, hacen que este organismo de las Naciones Unidas recurra primero a la Casa Blanca en los casos de emergencia alimentaria y acepte toda la ayuda que se le ofrece sin realizar ningún tipo de control, señaló Juan Riosalido de la revista Amanecer. Además, hay que apuntar que la directora ejecutiva del PMA es Catherine Bertini, una ex funcionaria del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos procedente de Illinois, donde se encuentran las mayores plantaciones de maíz genéticamente modificado. A este respecto, el periodista Declan Walsh publicó un artículo el 30 de marzo de 2000 en el diario británico The Independent en el que sugería la existencia de una conspiración entre el gobierno estadounidense y la PMA para alcanzar con los productos transgénicos al mercado de los pobres y desplazados de África, Asia y América Latina.

Según la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), hay suficientes alimentos en el mundo para alimentar al doble de la población mundial actual. Por lo tanto, el argumento que utiliza el gobierno estadounidense de que el hambre se solucionará a través de la proliferación de productos transgénicos no se sostiene. Mientras tanto, los países pobres del mundo siguen debatiéndose en la disyuntiva de morir de hambre ahora, o comer alimentos genéticamente modificados y, tal vez, morir después.

También en América Latina

Otro mercado al que se ha orientado la producción de alimentos transgénicos son los países pobres de América Latina. Estados Unidos, a través de las agencias de desarrollo de Naciones Unidas, ha enfocado sus programas de ayuda a países como Boliva, Perú, Ecuador o Colombia, haciéndoles cautivos de este tipo de cooperación.

En Colombia, se ha detectado la introdución de una alimento conocido como "bienestarina", una especie de margarina que está elaborada en un 90% por soja alterada genéticamente. La organización ecologista Greenpeace denunció hace varios años que, en el puerto colombiano de Sta María, barcos norteamericanos desembarcaron diversos cargamentos de maíz Bt, una especie modificada genéticamente y declarada no apta para el consumo humano.

El gobierno ecuatoriano ha tenido que imponer controles a sus importaciones para atender ciertas necesidades del país después de que en los análisis de muestras de productos dedicados a programas asistenciales como "mi papilla" y "mi colada", -dirigidos a embarazadas y niños de hasta dos años- se detectase hasta un 55% de material transgénico.




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