Relaciones Internacionales

Breve arquelogía del terrorismo
La amenaza de violencia ha sido siempre una herramienta efectiva, usada por individuos y grupos de todas las creencias. Algunos críticos señalan que el terrorismo actual puede ser entendido como una resistencia al "orden definitivo", como el que se propone con la globalización y tecnocratización del mundo.


Tras el horror y la fascinación de la caída de las Torres Gemelas, en el atentado del 11 de setiembre de 2001, el mundo quedó sacudido y sólo pasó a hablarse de una nueva cruzada global, que en labios del presidente de Estados Unidos, George W Bush, se convirtió, como definición, en "guerra contra el terrorismo" y luego en "guerra contra el terror". Si bien los adalides de esta nueva guerra anunciaron que se trata de una guerra vasta, acaso el problema más significativo, aquello que le otorga mayor vastedad, sea su indefinición, ya que terror y terrorismo son cosas distintas: el último es una práctica, el primero es un efecto. La práctica ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales, y el efecto es también tan antiguo como el tiempo mismo.

En el despertar del siglo XXI, en el mundo post 11 de setiembre, se trató en primera instancia de discriminar entre los "grupos terroristas de alcance global", y aquellos "luchadores por la libertad", que tienen reivindicaciones por un territorio específico, como por ejemplo, los Tigres Tamiles de Sri Lanka. Pero la distinción es confusa, y por ejemplo los países árabes se apresuraron a señalar que, por ejemplo, Hamas, guerrilla que lucha a favor de la erección de un Estado Palestino, es un grupo de "luchadores por la libertad", a diferencia de la organización Al Qaeda, a la que se acusó de los atentados de Nueva York, que no tiene una reivindicación nacional, sino islámica, y cuyo alcance es indiscriminado, o dicho de otra forma, global.

Prehistoria y definición

Hay una condición genérica que se viene aplicando, que es equiparar a los terroristas con los "enemigos de la civilización". Esta prédica da a entender que, por definición, el terrorismo es enemigo de un status quo, eso que vagamente Washington denomina "civilización", y al hacerlo, reitera un lugar común, ya que se ha identificado al terrorismo con individuos o grupos que buscan desestabilizar o derrocar las instituciones políticas vigentes. Sin embargo, ha sido usado, por ejemplo, tanto por los poderes coloniales (como Francia en Argelia o Vietnam, o Estados Unidos en Vietnam) como por los anticolonialistas (como los irlandeses, los argelinos, los palestinos o los vietnamitas).

Lo cierto es que el uso sistemático del terror o de una violencia no predecible, ya sea contra gobiernos, público o individuos con el fin de alcanzar un objetivo político es no sólo la definición convencional de "terrorismo" sino una práctica antigua como los tiempos. Ha sido usado por organizaciones políticas de derecha y de izquierda, por revolucionarios, por grupos nacionalistas, por ejércitos, por policías secretas, por gobiernos.

Ya en la antigüedad clásica, el ateniense Jenofonte (431- 350 a.C.) escribió sobre su efectividad sicológica en la guerra contra poblaciones enemigas. Tiberio y Calígula, emperadores Romanos, recurrieron a la expropiación de propiedades y las ejecuciones como medidas para proteger su régimen. También se pueden encontrar precedentes de crímenes políticos en el Antiguo Testamento, en historias como las de Judith y Holofernes, o la de Jale y Sisara, y en reflexiones de teólogos y filósofos clásicos, como Séneca, quien estableció que "ningún sacrificio place a los dioses tanto como la sangre de un tirano". En Roma, y luego también en Bizancio, el asesinato de individuos en el poder sería casi tradición, como refrendado el dictamen de Cicerón de que "los tiranos siempre atrajeron hacia sí un fin violento". De todas formas, el asesinato de individuos -si bien se afirma está en su "prehistoria"- difiere del terrorismo moderno.

Sicarios, asesinos

También existen tempranos ejemplos de grupos abocados al terrorismo sistemático, como por ejemplo la facción de los sicarios, uno de los grupos judíos que combatía la ocupación romana en Palestina y reivindicaba el estado judío independiente. El historiador Flavio Josefo consideró responsables a los sicarios (así llamados por la daga o sica que empuñaban) de la catástrofe del año 70, cuando el Segundo Templo fuera destruido y el estado judío dejara de existir en Jerusalén. Fueron los sicarios también quienes se suicidaron en Masada, antes de ser capturados. Otro ejemplo famoso es el de la Orden de los Asesinos (hachichín), segregada de la secta musulmana de los ismaelíes, que aterrorizó el Medio Oriente en el siglo XI. Su fundador, Hassan I Sabah, llamó a la toma de varias fotalezas en las montañas, aunque los asesinos pronto mudaron sus actividades a las ciudades, matando enemigos en Bagdad, Persia, Siria, y Palestina. También en India y China, sociedades secretas, motivadas más por credos religiosos que políticos, hicieron uso sistemático de la violencia.

Terror y el Estado

En España, la Inquisición utilizó los arrestos arbitrarios, la tortura y las ejecuciones contra aquello que percibía como herejías, pero el uso del terror -junto con la aparición de la palabra terrorismo- fue estandarte de los jacobinos, durante la Revolución Francesa; en el período conocido como Reino del Terror (1793-94) Maximilien Robespierre abogó por el terror e hizo uso de él para alentar la "virtud revolucionaria". Para 1798, el término se aplicaba, de forma general, a cualquiera que buscara alcanzar metas políticas a través de la violencia y la intimidación. Fueron los jacobinos los únicos en utilizarlo de forma autorreferencial y con ellos nació lo que se conoce como terrorismo moderno; de ahí en adelante, la palabra -vinculada inicialmente al concepto de "virtud"- adquirió connotaciones negativas.

En la centuria siguiente, tras la guerra civil en Estados Unidos (1861-65), algunos sureños vencidos pero desafiantes formaron una organización terrorista, el Ku Klux Klan, para intimidar a los partidarios de la "reconstrucción". Ya a fines de ese siglo, el terrorismo fue adoptado por anarquistas en Europa Occidental, Rusia y también Estados Unidos, que consideraban que la forma más efectiva para provocar el cambio social y político era el asesinato de individuos en el poder: en el período 1865-1905 bombas y balas anarquistas hicieron carnicería de reyes, presidentes y oficiales de gobierno. Si bien en el siglo XX pasó a identificarse la práctica del terrorismo, tanto de derecha como de izquierda, como la de aquellos grupos o individuos que pretenden por fuerza del terror desestabilizar o derribar un orden vigente, lo cierto es también fue adoptado como política estatal por la Alemania nazi de Adolfo Hitler y la Unión Soviética de Josef Stalin, quienes sin apoyo legal ni restricciones aplicaron sistemáticamente arrestos, encarcelamientos, torturas, ejecuciones y trabajos forzados para alimentar el miedo y alentar la adhesión a la ideología nacional y al estado. A esta práctica, que tuviera sus inicios en Robespierre, se la ha conocido como "Terrorismo de Estado".

Tras la Segunda Guerra Mundial, el terrorismo practicado por individuos o grupos siguió vigente en Irlanda y España, pero en buena medida desapareció de su cuna moderna, Europa, desplazándose a Oriente Medio, donde fue inaugurado por los judíos que reclamaban un estado en Palestina, y Asia. Se puede afirmar que, en el siglo XX se experimentó un cambio drástico en el uso del terror, ya que las víctimas pasaron a ser, en su mayoría, civiles elegidos al azar.

Terror y cultura de los medios de comunicación

El alcance expandido de las armas y la cobertura de los medios de comunicación ha potenciado los efectos sicológicos -el terror- del terrorismo. Si el terrorismo nuclear fue durante décadas una distopía (utopía negativa) los avances tecnológicos han hecho de él una posibilidad real. Actualmente el terrorismo nuclear implicaría el uso de armas nucleares por parte de individuos o grupos, no de estados. El impacto del terrorismo ha sido también muy magnificado por los medios de comunicación: cualquier acto de violencia atrae la cobertura televisiva y es transmitido a millones de espectadores. Este alcance masivo ha determinado la utilización del terror como una manera de promocionar las demandas, quejas u objetivos políticos de una organización particular (véase "La guerra global: ajuste de cuentas entre particulares"). Aunque, sólo para mencionar un país, los Estados Unidos han usado armas nucleares en una guerra -contra los civiles de dos ciudades japonesas al final de la Segunda Guerra Mundial-, los ataques con armas químicas han florecido principalmente durante las últimas décadas. Estas armas no solamente fueron utilizadas en conflictos bélicos internacionales (durante la Guerra Irak-Irán en los años 80) sino también por un grupo terrorista. En marzo de 1995 la secta religiosa japonesa Aum Shinrikyo perpetró un atentado con gas sarín en el metro de Tokio, mató a 12 personas e hirió a 5 mil. Hasta entonces, se había considerado que un ataque de ese tipo era altamente improbable. Se calcula que de 30 a 40 países tienen la capacidad de producir armas químicas. La guerra bacteriológica es otra posibilidad. Inmediatamente después de la atrocidad del 11 de setiembre, la correspondencia que contenía esporas de Antrax provocó más terror en los ciudadanos estadounidenses.

Terrorismo y globalización

Se dice comúnmente que el terrorismo es "el arma de los débiles". Quienes se encuentran oprimidos por ejércitos o recursos económicos recurren a menudo a esta práctica. Actualmente los estados poderosos temen que las nuevas tecnologías de comunicación -que estimulan la comunicación entre grupos e individuos en todo el mundo- podrían fomentar también el terrorismo global, dirigiéndose a objetivos que exceden los límites nacionales. Los objetivos podrían incluir corporaciones multinacionales, instituciones internacionales y hasta organizaciones no gubernamentales (ONG). El ciber-terrorismo -los ataques contra redes informáticas- es una amenaza que se manifiesta generalmente en las acciones "casi benignas" de hackers y en virus informáticos de deliberada propagación. En medio del proceso de globalización, que borra las fronteras, parece que las actuales manifestaciones de terrorismo, ya sea político, religioso o moral, también se han vuelto supranacionales. Ocasionalmente, el terrorismo puede ser apolítico, como en el caso de Theodore Kaczynski, el Unabomber en Estados Unidos, cuyo manifiesto (hecho notorio a través de sus ataques de bomba) proclamaba una revolución, no en contra de las instituciones sino en contra la "base económica y tecnológica de la sociedad actual".

Como señalan algunos críticos, entre ellos el filósofo francés Jean Baudrillard, el terrorismo de hoy en día puede ser entendido como una resistencia al "orden definitivo". En este sentido, el World Trade Center simbolizaba el orden mundial impuesto luego de la Guerra Fría; el mundo globalizado y tecnócrata intentó reflejar su propia imagen en las Torres Gemelas. Este mundo es un sistema interconectado que evoluciona hacia una entidad única que acarrea su propio terror, la inseguridad. En esa red económica, política y tecnológica nadie es independiente y nadie puede contar consigo mismo. Desde esta línea de razonamiento se entiende que esta vez la fórmula puede ser revertida y que el actual terrorismo global es tan sólo el efecto, puesto que el terror ya está adherido al sistema.

14/04/2003



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