La encrucijada del carbono
En 1997, los gobiernos de los países industrializados se comprometieron a reducir las emisiones de gases invernadero en el Protocolo de Kioto de la Convención sobre Cambio Climático. Pero, simultáneamente, inventaron el denominado Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) a fin de evitar cumplir esos compromisos. La idea del "mercado de emisiones de carbono" es sencilla: tú emites CO2, nosotros lo almacenamos y te cobramos por el servicio. ¿Cómo lo almacenamos? Muy sencillo: mediante la plantación de árboles. Pero acá comienza a complicarse el panorama.
Clima y dióxido de carbono
Durante los últimos 150 años, y especialmente a
partir de la Segunda Guerra Mundial, la actividad industrial ha
provocado que grandes cantidades de aquel carbono que, hasta entonces,
se encontraba seguramente almacenado fuera liberado a la atmósfera.
Antes de los comienzos de la Revolución Industrial había
alrededor de 580.000 millones de toneladas de carbono en la atmósfera.
Hoy en día esa cifra ha trepado a más de 750.000
millones. Un 90% de este incremento en las emisiones de CO2 y
otros gases causantes del calentamiento global ha provenido
de los países del Norte.
La habitabilidad del planeta depende de que los niveles de
dióxido de carbono no disminuyan ni aumenten en demasía.
Sin la presencia de CO2 y otros gases, que permiten que el calor
quede atrapado cerca de la superficie de la Tierra, su temperatura
media bajaría a -6ºC. Si aumenta la medida de CO2,
el agua de los océanos entrará en ebullición.
A los actuales niveles, la superficie terrestre permanece a una
temperatura media adecuada de 15ºC.
El mundo se está calentando
Desde fines del siglo XIX a la fecha, la temperatura global ha
aumentado en 0,6º C. La década de 1990 fue la más
cálida que se haya registrado. Tormentas, sequías
e inundaciones tan extremas como inusuales están causando
estragos en China, África Oriental, Medio Oriente, Europa,
Norteamérica, Nueva Zelandia, América Latina, y
el subcontinente indio. En los últimos veinte años
se ha perdido en el Ártico una superficie de hielo equivalente
a la del estado de Texas, en tanto que la capa de hielo que cubre
el Oceáno Ártico ha disminuido su espesor de 3,1
a 1,8 metros desde fines de la década de 1950. A su vez,
el escudo de hielo Larsen, en la Antártida, se ha separado
del continente.
En pocas palabras, el aumento de los niveles de carbono atmosférico
no puede continuar. Un incremento de tan sólo 200.000 millones
de toneladas determinaría un aumento de 2 a 3 °C en
la temperatura global, lo que significaría una ola de calor
sin precedentes en la historia de la humanidad. Hay todavía
más de 4.000 millones de toneladas de carbono bajo forma
de combustibles fósiles a la espera de ser extraídos
y quemados, de los cuales las 3/4 partes se encuentran bajo la
forma de carbón. Todo parece indicar que la mayor parte
de este material debe ser dejado bajo tierra.
¿Dos soluciones posibles?
Lo que ha venido ocurriendo durante los últimos años
deja poco margen para negar que el calentamiento global
ha aumentado. Frente a la crisis hay sólo dos salidas posibles:
Una de ellas propone reducir drástica y aceleradamente
el uso de combustibles fósiles. Ello significa centrarse
primordialmente en la reducción de las emisiones de quienes
ya han utilizado más que la parte que con criterio de justicia
les corresponde de los sumideros y depósitos de carbono
(**), así como en la promoción de la conservación
y la eficiencia energéticas, el uso generalizado de la
energía solar y otras fuentes de energía renovable
y en la agricultura ecológica en lugar de la industrial.
Este enfoque apuntaría a la igualación de las emisiones
per cápita a nivel mundial, junto a la reducción
de las emisiones totales, sin forzar a ninguna de las dos partes
a soportar penurias innecesarias. Señalaría, por
otra parte, que la "deuda de carbono" que el Norte mantiene
con el Sur por el sobreuso histórico que ha realizado de
la atmósfera permanece todavía impaga.
La otra solución propuesta, en cambio, implica la adopción
de programas especulativos que apuntan a modificar la biosfera
y la corteza terrestre para permitir que absorban más CO2,
junto con la promesa de hacer "más seguro" el
elevado nivel de consumo de combustibles fósiles por parte
de las naciones y grupos más ricos.
Este segundo enfoque supone que, dado que los países industrializados
han sobreutilizado la atmósfera a lo largo de la historia,
tienen el derecho a seguir haciéndolo. Esta visión
no sólo ignora la historia del uso desigual de los depósitos
y sumideros de carbono, sino que colabora a agravar las desigualdades
existentes a nivel mundial en cuanto al acceso a los recursos.
La "deuda de carbono" histórica del Norte
para con el Sur es sencillamente ignorada. Tal solución
implica que cualquier nivel de emisiones de dióxido de
carbono -sin importar cuán desmesurado sea- es aceptable
en tanto sea "compensado" por alguna actividad que absorba
CO2. El ejemplo más claro de una actividad de este tipo
son las plantaciones de árboles dado que, a través
de la fotosíntesis, éstos convierten el CO2 en carbono
que acumulan en su madera. De este modo, una empresa industrial
que emite millones de toneladas de dióxido de carbono al
año se propone devenir tan "neutra" en lo que
respecta emisiones de carbono como un pequeño campesino
que emite una tonelada anual, siempre que dicha empresa plante
miles de árboles.
El primer planteo se fundamenta en sólidos conocimientos
científicos. Miles de años de experiencia han demostrado
la efectividad de mantener los hidrocarburos bajo tierra como
forma de lograr que los niveles de CO2 atmosférico permanezcan
estables. Hay consenso dentro de la comunidad científica:
basta con que la concentración de CO2 aumente al doble
de la existente antes de la época industrial -280 partes
por millón- para que se provoquen peligrosas modificaciones
en el clima mundial. Asegurarse de que el volumen de CO2 no se
duplicará implica disminuir las emisiones por lo menos
un 60% respecto a las registradas en 1990. Lo que se requiere
no es una nueva y sofisticada tecnología, sino un fuerte
movimiento político que impulse las iniciativas ya existentes.
Por el contrario, el segundo planteo se basa en fundamentos
científicos que con nulo consenso. Nadie está seguro
siquiera de cuáles son los actuales sumideros de carbono
en la Tierra, ni sobre cómo funcionan. Por ejemplo, actualmente
no hay consenso entre los científicos acerca de cuánto
carbono está siendo tomado y emitido por los bosques templados,
e incluso sobre cómo llegar a saberlo. Pretender crear
sumideros nuevos, grandes, seguros y merecedores de cierto grado
de confianza, resultaría una tarea mucho más ardua
que tratar de resolver esos rompecabezas. Más difícil
aún resultaría cuantificar la efectividad de cada
uno de estos sumideros de carbono como compensador de determinada
cantidad de emisiones industriales.
El paquete de plantaciones-sumidero
En comparación, la técnica más conocida,
consistente en la utilización de plantaciones forestales
convencionales para "fijar" emisiones de carbono, puede
parecer sencilla y poco problemática. Sin embargo, de momento
nadie tiene idea de cómo establecer una "equivalencia"
significativa y confiable entre el carbono secuestrado en forma
permanente en depósitos de combustible fósil, el
CO2 transitorio en la atmósfera, y el carbono secuestrado
temporalmente como resultado de cualquier tipo de plantación
de árboles o de programas nacionales de forestación.
De momento al menos, es imposible predecir con la necesaria
certidumbre cuánto carbono podría remover de la
atmósfera un proyecto de plantaciones, ni por cuánto
tiempo. A diferencia del caso del petróleo o del carbón
que están bajo tierra, o de los carbonatos del fondo del
mar, en el caso de las plantaciones el carbono almacenado -ya
en los árboles vivos o muertos, ya en los horizontes superficiales
del suelo- es "frágil". Vale decir, que puede
rápidamente reingresar a la atmósfera en cualquier
momento.
Si se le quiere dar verosimilitud a la hipótesis de que
una plantación forestal "equivalga a" o "compense"
una cierta cantidad de CO2 emitido, los defensores de esta iniciativa
deberán cuantificar un factor que exprese en qué
medida las plantaciones destruyeron los depósitos de carbono
previamente existentes, liberando de ese modo CO2 al aire. De
acuerdo con análisis satelitales, durante la década
de 1980, el 75% de las nuevas plantaciones en países del
trópico se realizaron en zonas donde, diez años
antes, había selva. Como consecuencia hubo liberación
de dióxido de carbono estimada en 725 millones de toneladas.
Reemplazar praderas por plantaciones forestales -lo que es una
práctica común- puede resultar igualmente contraproducente.
Recientes estudios han demostrado, por ejemplo, que el ecosistema
de los Páramos Andinos es más eficiente que las
plantaciones en la absorción de CO2. En ese sentido, un
estudio reciente publicado en Nature por David Ellsworth, fisiólogo
vegetal del Laboratorio Nacional Brookhaven del Ministerio de
Energía de EE.UU, afirma que "la consecuencia clave
de esta investigación es que, en respuesta a los niveles
elevados de CO2 y nitrógeno, los ecosistemas con biodiversidad
alta tomarán y secuestrarán más carbono y
nitrógeno que los ecosistemas con biodiversidad reducida".
En definitiva, la idea de que una determinada porción de
tierra forestada puede "compensar" una cierta cantidad
de emisiones industriales de dióxido de carbono depende
de presupuestos falsos en relación con su evaluación.
Las plantaciones "compensatorias" en gran escala, en
lugar de mitigar el calentamiento global, podrían incluso
catalizarlo. Si se sigue demorando la transición hacia
una distribución más equitativa de las emisiones
y a regímenes energéticos más sensatos, tales
plantaciones podrían determinar un aumento en las emisiones
de carbono tanto por parte de la industria como a partir del uso
del suelo, lo cual podría ser evitado.
Al fin de cuentas: ¿de quién es la atmósfera?
Los defensores de la creación de un mercado de "deducción"
del carbono - un Mercado de Carbono global - parten de
la base de que la batalla ya ha sido ganada. Pero ese no es aún
el caso. No es posible, como al influjo de una varita mágica,
convertir la atmósfera - o el derecho a utilizarla para
botar dióxido de carbono - en una propiedad privada. No
es posible, agitando nuevamente la varita, conceder a los ricos
el poder para seguir contaminando la atmósfera a condición
de que se apoderen de vastas superficies de la Tierra, ocupándolas
con plantaciones forestales y provocando su degradación.
Los promotores de la idea - empresas petroleras, forestadoras,
fabricantes de automóviles, banca multilateral, funcionarios
de países del Norte, algunas ONGs - tendrán muchos
obstáculos que sortear en el camino. Entre ellos el sentido
común, la ciencia y - por lejos el más grande de
todos -los pueblos cuyas vidas y medios de supervivencia están
amenazados por estas prácticas.
Contracción y convergencia
Al igual que el fenómeno del cercado de las tierras
a inicios de la Europa moderna, la iniciativa de las plantaciones
"compensatorias" de carbono es, esencialmente, un paso
para extender y consolidar la desigualdad. El movimiento crítico
frente al crecimiento del Mercado de Carbono global plantea una
solución alternativa, respaldada científicamente
y basada en el principio de que todos tenemos iguales derechos
en cuanto al uso de la atmósfera. Se trata del principio
de "contracción y convergencia", según
el cual los países deberán negociar (y, de ser necesario,
renegociar permanentemente) un máximo admisible de concentración
de dióxido de carbono en la atmósfera, acorde con
las variaciones de las estimaciones científicas respecto
del nivel de riesgo. A partir de ahí, acordarían
progresivas disminuciones de las emisiones para alcanzar esa meta,
a la vez que los niveles de emisión de los ricos y los
pobres se irían gradualmente igualando.
En lugar de consagrar y expandir las desigualdades en el uso
de los recursos, ocultando las patologías del actual patrón
de explotación de combustibles fósiles -tal como
propone la "compensación" por medio de las plantaciones
a gran escala- el principio de contracción y convergencia
implicaría abordar directamente las causas de fondo de
la crisis del clima. En último término, esto equivale
a afirmar que un clima vivible puede alcanzarse, no mediante más
monocultivos forestales o más automóviles, sino
solamente a través de un compromiso con la igualdad.
** Por depósito se entiende uno o más componentes
del sistema climático en que está almacenado un
gas de efecto invernadero; por sumidero se entiende cualquier
proceso, actividad o mecanismo que absorbe un gas de efecto invernadero.
Fuente: Larry Lohmann. El mercado del carbono: sembrando más
problemas, publicado por el World Rainforest Movement
14/04/2003
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Emisiones de carbono: deudores y acreedores |
Décadas de manejo dudoso de las finanzas mundiales por parte de la banca multilateral, convirtieron a África y América Latina en deudores del mundo desarrollado. Sin embargo, este paisaje familiar de las relaciones internacionales (en el cual la figura del acreedor está en el Norte) puede cambiar radicalmente. El impacto del cambio climático global puede invertir la situación y los países acreedores del Norte pasarían a ser deudores ecológicos de los países del Sur.
En el océano Pacífico, el archipiélago
de Tuvalu -miembro de Naciones Unidas desde setiembre de 2000-
puede considerarse el mayor acreedor ecológico en el mundo.
El aumento en los niveles de los mares debido al calentamiento
global pone en peligro de desaparición a este conjunto
de islas ubicadas entre los 6 y 11 grados de latitud sur. Las
autoridades de Tuvalu ya han acordado la evacuación de
la población con Nueva Zelandia y Australia. Pero no sólo
en pequeñas islas se sentirá el efecto, en Bangladesh
unos 20 millones de personas se preparan para convertirse en refugiados
ambientales.
La Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA) ha
propuesto condonar US$ 680.000 de la deuda que Honduras mantiene
con ese país -que asciende a US$ 11 millones- en caso de
que ese país decida abrir una oficina para promover plantaciones
de árboles y monitorear la conservación de los bosques
en el marco del Protocolo de Kioto. A cambio, Canadá
obtendría créditos por haber así "disminuido"
sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto
invernadero, sin necesidad de modificar en absoluto sus prácticas
industriales.
La deuda histórica
En ancas de un Mercado de Emisiones de Carbono, los países
ricos pretenden evadir una deuda histórica por el uso abusivo
de los recursos naturales comunes. Una deuda que no es exclusivamente
económica, ya que la desaparición de un país,
es decir, de una cultura, no puede ser compensada por ningún
monto en moneda. Andrew Simms de la New Economics Foundation
sostiene que "la deuda del Tercer mundo palidece frente a
la deuda ecológica de los países industrializados".
La deuda ecológica -generada porque los ricos han tomado
una parte mayor del espacio ambiental de lo que un reparto lógico
podría concederles- le da a los países del Sur el
respaldo moral en las negociaciones internacionales. Como dice
Simms, una solución global realista sobre la deuda ecológica
debería reconocer los derechos a compartir los bienes naturales
comunes y los beneficios económicos que conlleva, junto
a un plan de reducción de las emisiones de gases invernadero.
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The Royal Society |
"Fundada en 1660, la Sociedad Real (S.R.) es la academia científica independiente del Reino Unido, dedicada a promover la excelencia en la ciencia. La S.R. ha elaborado el siguiente informe sobre los sumideros de carbono.
Aún hay bastante incertidumbre en la comprensión
científica de las causas, magnitud y duración de
los sumideros de carbono. Sin embargo, nuestro conocimiento actual
indica que las posibilidades de aumentar los sumideros de carbono
a través de cambios en el manejo de la tierra es finita
en tamaño y duración. La cantidad de CO2 que puede
ser secuestrado en estos sumideros es pequeña en comparación
con las siempre crecientes emisiones de gases invernadero.
Los proyectos destinados a aumentar los sumideros de carbono
no deberían distraer recursos financieros y políticos
de la reestructura en la generación y uso de la energía
(ej. aumento del uso de energía renovable), innovación
tecnológica (ej. aumento de la eficiencia del combustible,
secuestro de CO2 en origen) y transferencia de tecnología
a los países menos desarrollados. Estas medidas son las
que deben suministrar la solución última al problema
de la reducción de la concentración de gases invernadero
en la atmósfera.
El beneficio primordial de los sumideros de carbono es que
pueden ser efectivos en lo inmediato (no requieren innovación
tecnológica) y pueden proveer un incentivo financiero para
la preservación y el uso sustentable de bosques y tierras
cultivables. Sin embargo, debido a su limitada capacidad y duración,
los sumideros de carbono no pueden ser un componente importante
de una solución a largo plazo, frente al incremento de
los niveles de CO2 en la atmósfera.
Nos preocupa que las técnicas de medición disponibles
actualmente no son lo suficientemente precisas para permitir un
monitoreo confiable de los sumideros de carbono que pueden ser
incluidos en los acuerdos como el Protocolo de Kioto".
El papel de los sumideros de carbono mitigando el cambio climático
global ( Julio, 2001)
Professor David Read (FRS Chair of the Royal Society)
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